Convocatoria de artículos

El polen de las plantas y las esporas de hongos se agitan en el aire con palabras y polvo elemental que inhalamos y participan en las texturas que exhalamos en diferentes ritmos, intensidades, velocidades y lentitud. Nunca podemos decir cuándo tal mezcla de repente abruma, se apodera, deja que surja algo nuevo que perdura. Podría ser algo latente, virtual que se actualiza, se contrae, filtra un pasado en un presente, estando el primero bajo el segundo (Bergson 2003[1888]). En antropología solemos llamar a estos acontecimientos “momentos reveladores” o “serendipia”, que normalmente nos toman por sorpresa. El “aliento de caos” de Artaud es una fuerza, una presencia o un orden que se elabora en un misterio o caos más allá de las cosas; “… esta especie de hambre vital, cambiante, opaca, cuyas corrientes atraviesan los nervios y luchan con los principios inteligentes del cerebro. Y estos principios, a su vez, recargan el aliento pulmonar y le confieren todas sus potencias” (2003[1979]:16, traducción mía). Para llegar a este caos o lo que Artaud llama lo Maravilloso de la conciencia, el considera un cactus (Peyotl), al que fue iniciado durante su estancia con los Tarahumaras (Rarámuri) en el Noroeste de México, puede indicar “dónde está y según qué concreciones de un aliento atávicamente reprimido y obstruido, lo Fantástico puede hacer surgir y renovar su fosforescencia y polvo en la conciencia” (ibid: 38, traducción mía). Sería el soplo de toda poesía que empuja la mano a dibujar o escribir, y el mismo vegetal, al indicar el camino correcto, puede disminuir las posibilidades de caer en la oscuridad de una sensación que salta.

Siguiendo a Deleuze, la sensación es vibración, y cuando está en contacto directo con una fuerza vital que supera todos los dominios y los atraviesa todos, puede sentirse como una onda que nos atraviesa; una unidad de los sentidos, el sentido como evento, que puede sentirse como una caída o un ascenso.  A este poder vital lo llama ritmo, más profundo que la visión, el oído, etc. (Deleuze 2002[1981], p.47). “Podemos buscar la unidad del ritmo sólo en el punto donde el ritmo mismo se submerge en el caos, en la noche, en el punto donde las diferencias de nivel se mezclan perpetuamente y violentamente” (Ibíd.: 44, traducción mía).   No es que el orden sea engullido por el caos, sino el caos mismo, o el poder de afirmarlo, que nos sucede (Deleuze 1968).  Es irracional y más poderoso por eso; “una ola en la mente, un ritmo mucho más profundo que las palabras, que uno debe retomar y poner en funcionamiento, encontrar palabras que encajen” (Woolf 1926 en Le Guin 2004: 1, traducción mía). Esto podría modificar una idea bien anclada de que “Cualquiera clasificación es superior al caos…” (Lévi-Strauss 1962: 24, traducción mía), ya que nos acerca a lo que sucede en la experiencia y, por lo tanto, es relevante para la antropología. En última instancia, la atención de la antropología a lo cotidiano emerge de lo que surge inesperadamente, se adhiere y perdura. Por lo tanto, nos preguntamos, junto con Deleuze, si estos acontecimientos pueden aprovecharse de manera más fructífera.

“No se puede renunciar a la esperanza de que los efectos de la droga o del alcohol (sus «revelaciones») puedan ser revividas y recuperadas por sí mismas en la superficie del mundo, independientemente del uso de sustancias, si las técnicas de alienación social que determinan ésta se convierten en medios de exploración revolucionarios. Burroughs escribe sobre esto extrañas páginas que atestiguan esta búsqueda de la gran Salud, nuestro modo propio de ser piadosos: «Pensad que todo lo que puede alanzarse por vías químicas es accesible por otros caminos… » Ametrallamiento de la superficie para trasmudar el apuñalamiento de los cuerpos, oh psicodelia.”

Deleuze, Lógica del Sentido 1990[1969]: 117 (Traducción de Miguel Morey)

Sobre todo, estamos interesados ​​en nivelar los campos de juego de los “psicodélicos,” actualmente cosificados, y explorar cómo se puede acceder a un soplo de caos por otros caminos.  También queremos explorar cómo las “revelaciones” entre corchetes son “revelaciones sin revelación,” ya que la psique no es algo que ya esté ahí, sino una apertura a lo que está por venir.  Por ello queremos recuperar el significado griego antiguo de “psique” que hace referencia a la vida o a su aliento, ampliando así esta especie de oda a la “psicodelia” en un sentido lo más amplio posible que la acerque a algo que más bien podríamos llamar “cosmodelia”.  La insistencia de Spinoza de que no sabemos lo que los cuerpos pueden hacer y de que nada es bueno o malo en sí mismo (1994 [1849]), pensando más allá del bien y del mal según Nietzsche (1987[1886]), sintonizándose con las fuerzas cósmicas en una especie de dominio del no dominio (Taussig 2020), tendiendo a la suspensión (Choy y Zee 2015), a las líneas (Ingold 2015), al caos (Grosz 2020), a las sensaciones sonoras (Laplante 2020), a los elementos (Fujikane 2021; Papadopoulos & al.’ s 2021), eventos impactantes en el arte y el trabajo de campo (Rethmann y Wulff 2023) o el breve momento de respiración que puede inspirar el siguiente paso, darle su ritmo e intensidad específicos (Motta 2021), dirigimos nuestra atención hacia las formas inesperadas en que surge la vida y que aún no conocemos. Se invita aportes hechos en un solo soplo, en un viento, una actuación, partiendo de una planta singular o del encuentro con un hongo, animal, elemental, o polvo de palabras, atendiendo a ritmos sin medida, a lo que surge y perdura, o dicho de otra manera, a las potenciales de la vida para renovarse.

Invitamos a investigadores y artistas a participar críticamente con el aliento y el caos como formas de aprovechar lo que está por venir para componer futuros previsibles.

Damos la bienvenida a presentaciones desde diversas perspectivas, incluida la investigación académica, la escritura performativa experimental, el dibujo y el sonido en antropología, filosofía y arte.